jueves, 28 de mayo de 2015

SIGUIENDO LA HUELLA

Isaías 51/2
"Mirad a Abraham vuestro padre, y a Sara que os dio a luz; porque cuando no era más que uno solo lo llamé, y lo bendije y lo multipliqué"

Se dice que unos nobles españoles le dijeron a Cristóbal Colon que si él  no hubiese descubierto las indias no faltaría  el aventurero que navegando hubiese encontrado  esas nuevas tierras, entonces Colon solicitó un huevo y los desafió a que lo paren sobre la mesa, sin más ayuda que su mano, obviamente nadie pudo, entonces Colon tomó el huevo y le dio un sutil golpe en la mesa y lo dejo de pie, los miró y les dijo: "Después de hecha la hazaña cualquiera puede hacerla".

Cuando Dios dice "Mirad a Abraham", está diciendo que la hazaña ya fue hecha, que el patriarca ya recorrió el camino hacia la multiplicación, y que solo nos toca seguir sus huellas, y hay algunas cosas muy interesantes de recordar en este versículo.
Lo primero, es que debemos observar la vida de Abraham y también de Sara, no solamente a Abraham, pues el milagro de la multiplicación debió ocurrir en los dos, ahora bien; fue con Abraham que Dios trató, fue a Abraham que Dios le habló que saliera de su tierra, que contará las estrellas etc etc., pero Abraham logró transmitir tan fielmente la visión a su esposa y a su casa que los hizo crecer a su mismo nivel de fe, por eso pudieron vivir el milagro. Esta es la primera huella de Abraham que debemos seguir, transmitir a nuestra casa la pasión por Dios y el sueño de Dios.
Luego de que Dios indica que debemos mirar a Abraham y a Sara nos dice que "Cuando no era más que uno", ¿y no estaba hablando de los dos, de Abraham y Sara?, si, pero cuando llegaron a la unidad perfecta, a ser solo uno, entonces Dios hizo el milagro en sus vidas. En toda manifestación de Dios es imprescindible la unidad, el Señor Jesus oró por nosotros diciendo: "Que sean uno; como tu oh Padre en mi, y yo en ti", (Juan 17/21), ser uno no es una opción, es una demanda de un Dios que vive y se mueve en unidad.

Dos huellas imprescindibles, que desatan el milagro de la multiplicación, primero transmitir la visión a nuestra casa, involucrar a nuestra familia, transfiriendo a cada uno de ellos la pasión por Cristo, y segundo llegar a la unidad perfecta, derribando todo lo que divida o distancie al gran equipo del que somos parte. No hay que improvisar, solo seguir la huella.


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