(Mateo 8:5-10 NTV)
De niño tenía mucha dificultad para ser incluido en un equipo de fútbol, y es que mis demás amiguitos se fijaban en cosas tan superficiales para elegir a los jugadores, como por ejemplo ser bueno para correr o tener habilidad con las piernas y como estos no eran mis talentos, mi única opción era postular al arco, pero cuando lograba convencerlos de ser el arquero, después del tercer o cuarto gol me cambiaban... Un día encontré la solución. Todos mis amigos tenían pelotas plásticas, debíamos pincharla o rellenarla de papel para que no cayera a casa de los vecinos, entonces junté dinero y compre una pelota de cuero (bueno, parecía de cuero), ¡¡Yo era el dueño de la pelota!!, desde entonces yo elegía el puesto que quería jugar, muchas veces en mitad del juego tome la pelota y me fui a casa, por alguna razón eso me alegraba más que un gol.
Aunque la habilidad para hacer deportes no fue un talento para mi, con el tiempo me esforcé en superarlo, comencé a trotar, largas caminatas, ejercicios, y descubrí que aún sin tener la destreza, si ejercitas puedes desarrollar niveles de habilidad mayores.
Cuando leí la historia del centurión romano note dos cosas, la primera era su nivel de fe, Jesús lo alaba diciendo que en toda la nación no había encontrado tal nivel de fe, pero lo segundo que me impresionó fue lo que provoco ese nivel de fe, verá, el no era judío, y estaba intercediendo por un siervo, aunque el era un hombre de autoridad y pudo simplemente haber pedido un cambio de soldado, el fue donde Jesús y le rogó, se humillo, lo que movió a este centurión fue la compasión, entonces la compasión desarrolla la fe.
¡La compasión desarrolla tu fe!, la compasión es a nuestra fe lo que el ejercicio es a nuestro cuerpo, mientras más ejercicio hago, más habilidades adquiero, mientras más ejército la compasión, más se desarrolla mi fe.
Definitivamente la fe es el motor, somos salvos por la sola fe, a través de la fe podemos relacionarnos con Dios, la fe nos hace agradar a Dios y la ausencia de ella nos hace desagradarle, y aún más, Dios nos demanda vivir por fe.
Pero la fe no es una virtud o talento humano, todos nacemos con un nivel cero en fe. La fe viene a nuestra vida al oír su palabra, al leerla, memorizarla y estudiarla, la palabra de Dios tiene el poder de traer esa fe a nuestra vida, cuando comencé a leer la palabra de Dios a edad de ocho años, notaba que cada vez que la leía mi corazón se aceleraba, y comenzaba a soñar muchas cosas... era que la palabra de Dios estaba produciendo fe en mi vida.
Bien, luego que escuchas la palabra, tienes la fe suficiente como para creer que Jesús murió por ti y lo recibes en tu corazón, ese es el primer nivel de fe, en adelante tendremos que "desarrollarla" para avanzar de niveles de fe.
Los discípulos le pidieron a Jesús "aumentanos la fe" (Lucas 17/5), ellos querían subir de nivel.
Cuando creces en la compasión, Dios aumenta tu nivel de fe, cuando oras por alguien y sientes ese dolor como propio, Dios responde tu oración y tu creces en la fe, cuando le predicas a alguien y te esfuerzas por ganarlo para Jesús, y lo ves venir a Cristo sientes un gozo indescriptible, ahí esta creciendo tu fe, cuando intercedes, visitas, vas a buscar, preparas una charla, lo invitas a la reunión, oras por un enfermo, etc. Ellos se benefician, pero déjame decirte que el más beneficiado eres tu, porque justo en ese instante estas creciendo en tu fe.
¿Quieres más fe?, ejercitaste más... Compasión.
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