martes, 16 de septiembre de 2014

ESTOY AQUÍ

"El hombre y su mujer escucharon que Dios el Señor andaba por el jardín a la hora en que sopla el viento de la tarde, y corrieron a esconderse de él entre los árboles del jardín. Pero Dios el Señor llamó al hombre y le preguntó: —¿Dónde estás?"
(Génesis 3:8-9 DHH).

Tenemos permiso para imaginar como pudo ser esta escena, pienso que el Señor y Adán tenían una cita cada día, y al parecer era a una hora determinada, la hora de la brisa fresca de la tarde; debieron ser encuentros preciosos, el creador no había hecho un robot, sino un hijo con quién compartir su amor, tiempos de familia y su herencia, imagino que paseaban por ese bello jardín, conversando de tantas cosas, tal vez el Señor le enseñaba por ejemplo las propiedades de las hierbas o frutas, en esas largas charlas  debieron reír y disfrutar de una exquisita confianza.
Un día Adán no llegó a la cita, eso fue muy raro y Dios lo llama ¿sabía Dios donde estaba?, claro que sí, sin embargo esa pregunta ¿donde estas? Encierra muchas cosas, por ejemplo:

¿Porqué olvidaste mi cita?
Fue como sí Dios le dijera yo no tengo esta cita contigo por protocolo, yo quiero estar contigo, disfruto tu compañía, me agradan tus preguntas y tus abrazos y entiendo que elegiste no estar conmigo, que preferiste  tu propio camino, y respetaré tu decisión, y será muy doloroso para mi verte lejos, pero ya tengo una idea para que un día vuelvas a este jardín.

¿Entiendes que te amo?
Se que fallaste y eso traerá terribles consecuencias para ti, pero quiero que sepas que te sigo amando igual que antes, que no te amo más cuando haces las cosas bien, ni te amo menos cuando te equívocas, porque eres mi hijo y aunque ya no vivirás conmigo, mi amor por ti será para siempre, te amaré con mi vida.

Se que estas escondido, pero ¿dónde esta tu corazón?
Creo que también con esta pregunta Dios quería llevar al hombre a una reflexión interna, a un ejercicio de sinceridad consigo mismo y con Dios, ¿dónde estaba su corazón realmente?, estaba en su propio interés, en el egoísmo, estaba en el placer de la vida, pues la fruta se veía deliciosa, estaba en el orgullo de su propia opinión, y en la frialdad de la desobediencia. 

Hoy Dios hará esta pregunta por segunda vez, ¿Dónde estas? No respondamos tan rápidamente hoy, y meditemos sobre estas líneas, tal vez sea necesario volvernos a Dios, reconciliarnos con él y luego decirle con mucha fuerza ¡Aquí estoy Señor, soy sólo tuyo¡

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